Concha Lagos, agitadora cultural

Concha Lagos, agitadora cultural

Foto Centro Virtual Cervantes

Concepción Gutiérrez Torrero (Córdoba, 1907-Madrid, 2007), conocida como Concha Lagos, fue unos de los grandes agentes culturales de nuestro siglo XX. Escritora, poeta y editora, fue además directora de la revista Cuadernos de Ágora y organizó la tertulia «Los Viernes de Ágora». De esta forma, se instituyó como uno de los principales pilares de la vida cultural y literaria de su época y recibió importantes reconocimientos por su labor.
Entre los más destacados, se encuentran su nombramiento como académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba en 1961 y la concesión de la Medalla de Andalucía en 2002.

Foto Centro Virtual Cervantes

La madeja es el primero de los dos volúmenes de las memorias de Concha Lagos, inéditos hasta la actualidad. Redactado durante tres años, desde 1975 a 1978, este libro constituye un autorretrato de su propia autora y de las vicisitudes personales que atravesó, a lo largo de su intensa vida, como mujer y como escritora. Sin embargo, también nos encontramos ante uno de los testimonios clave de nuestra historia cultural y literaria, pues nos permite asistir a una apasionante reflexión sobre la intelectualidad española, sus espacios y sus redes de actuación y de amistad, relatados a través de los ojos de una de sus personas clave, Concha Lagos, del mismo modo en el que se devana una madeja.

Mi rebeldía me enfrentó a las prohibiciones dictatoriales que en aquellos años solo admitían el canto en función de un único tema. Vimos alzarse un nuevo Muro de Lamentaciones. A eso se redujo la llamada poesía social, a lamentarse. Ningún Jeremías, que yo sepa, tomó decisiones humanas. Abundaron los lloriqueos ñoños, hipócritas, mezclando con frecuencia a Dios en el asunto para que fuera Él quien sacara las castañas del fuego… En Los anales, en el poema titulado «El libro» digo:

Tal vez de la esperanza prisionero
un pájaro cantó…
Pero estaba prohibido
aliviarse con salmos y perfumes…
Y pusieron pasquines por toda la ciudad…
se prohíbe a los pájaros…


Puede que en el titulado «El fardo» se me escapen a mi vez lamentaciones, lamentaciones contra la actitud de los de la batuta y sus seguidores:

Minado el breve espacio
que al pie le aseguraba su firmeza…
Luego irá a desplomarse
a una pista cualquiera.
Era lo inevitable, lo que forjaron muchos
en lobas dentelladas…


En ocasiones deseo mi propia destrucción:

Hace falta el vacío, os lo digo sin pena,
caer deshilvanado,
roto a los pies de todos…


En «Los jueces», la crítica se manifiesta más desnuda:

Poniendo una barrera al pensamiento
los jueces, implacables,
apartados hacían…
Esclavos de la moda
se disfrazaban a lo pobre.
De mano en mano el juego,
salmodiando
el solo tema permitido,
el sudor y la sangre manaban a destajo
de la palabra escrita,
nadie se preocupaba del remedio.
El buen vivir y la escalada
eran la meta…


Creo que muchos de los «poemas sociales», tan celebrados en esos años, eran simples pancartas. Podría citar algunos, a cual más tópico y falso, pero los dejo a la crítica por venir.
Además de sincera, siempre he sido valiente. A veces, confundiéndolo, me han tachado de apasionada y poco diplomática.

La Madeja – Memorias Concha Lagos
Edición Juana Murillo y Rafael Castán.
356 págs.
ISBN: 978-84-7839-875-1
2021
http://www.torremozas.com/La-Madeja